Y vuelve el perro arrepentido: Horacio José Serpa, el político reciclado que nadie pidió
Horacio José Serpa vuelve, sí. Pero no porque el pueblo lo haya pedido, sino porque no sabe cómo soltar el poder. Y eso, más que convicción, se llama miedo al olvido.
Otra vez aparece Horacio José Serpa con el mismo libreto de siempre, como si Santander no hubiera tenido suficiente con su paso tibio, gris y olvidable por la política local. Ahora, después de su fracaso como candidato a la Alcaldía de Bucaramanga —donde ni siquiera logró prender una chispa de entusiasmo—, vuelve con aires de redentor a buscar curul en el Senado, dizque para “defender la Constitución del 91”.
Lo que no dice es que mientras él habla de “defender la democracia”, lo que realmente busca es revivir su carrera, aprovechar el apellido y mantener vigente una herencia política que hace rato perdió su brillo.
El heredero sin causa
Horacio José Serpa no representa una renovación, sino la repetición de una vieja fórmula que ya no convence a nadie. Su apellido fue sinónimo de historia política en Santander, pero lo que él ha hecho con ese legado es poco y nada. En Bucaramanga pasó como una sombra: sin liderazgo, sin propuestas, sin conexión con la gente.
Su campaña a la Alcaldía fue un ejercicio de arrogancia y desconexión. Llegó creyendo que el apellido bastaba, que la nostalgia podía convertirlo en opción. Pero los votos le recordaron la realidad: Santander ya no vota por linajes, vota —cuando puede— por resultados.
Del discurso liberal al oportunismo electoral
Ahora, con su nuevo intento por el Senado, intenta disfrazar de “defensa de la Constitución” lo que no es más que oportunismo electoral. Habla de “no permitir tiranos”, pero fue incapaz de enfrentar los caciques políticos locales cuando tuvo la oportunidad.
Dice que “hará país”, que “recuperará la seguridad” y que “escuchará a la gente”. Palabras vacías que ha repetido desde hace años sin un solo hecho que las respalde. ¿Qué ha representado Horacio José Serpa para Santander en el Congreso? Nada que se recuerde. Ni una ley significativa, ni una gestión destacable, ni un proyecto emblemático.
Su paso por el Senado fue tan plano como su discurso actual: frases bonitas, mucha foto y cero transformación.
El regreso de los políticos reciclados
Este intento de regresar al Congreso no es más que la vieja costumbre de los políticos colombianos de revivir sus carreras cuando se quedan sin escenario. Cuando fracasan en lo local, corren al Congreso. Cuando el Congreso los aburre, buscan una alcaldía. Y cuando el pueblo los castiga con el voto, se reinventan como “analistas” o “defensores de la democracia”.
Serpa lo intenta todo: fue senador, luego columnista, luego candidato, y ahora otra vez senador. Un círculo vicioso de ambición sin propósito.
Mientras tanto, Santander sigue igual: sin grandes obras, sin representación nacional fuerte y con dirigentes que solo aparecen en temporada electoral.
Santander no le debe nada a Serpa
Decir que Horacio José Serpa representa a Santander es una ofensa al sentido común. No ha gestionado nada trascendental para la región, no ha construido tejido político ni social, ni ha defendido con carácter los intereses del departamento.
Su aspiración es la de un político de escritorio que se presenta con discursos grandilocuentes en Bogotá, pero que nunca pisa el barro ni escucha a la gente que dice representar.
Y mientras él se toma fotos ante 4.000 asistentes en un acto cuidadosamente producido, en Santander la gente sigue esperando vías, oportunidades y liderazgo real.
Conclusión: el país no necesita más discursos vacíos
El discurso de Serpa sobre “defender la Constitución del 91” es un recurso emocional, no un proyecto político. No necesitamos más políticos nostálgicos de glorias heredadas, sino líderes capaces de construir una nueva historia desde la acción, no desde el apellido.