“Si no quieren agresiones, no cambien de forma corrupta los medidores”: indignación en Bucaramanga contra el Acueducto

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Bucaramanga estalló contra el Acueducto: los cambios de medidores se imponen de forma corrupta y opaca, y si no quieren agresiones, primero deben respetar a los usuarios.

“Si no quieren agresiones, no cambien de forma corrupta los medidores”: indignación en Bucaramanga contra el Acueducto
La paciencia de los ciudadanos en Bucaramanga se agotó. El Acueducto Metropolitano (AMB) denunció agresiones contra contratistas durante la instalación de nuevos medidores, pero el trasfondo de la confrontación va mucho más allá de los ataques aislados: lo que hay es un profundo malestar con la manera opaca y abusiva como la empresa está adelantando estos cambios.

Durante los últimos días se reportaron incidentes en al menos siete sectores de la ciudad, donde trabajadores del Acueducto fueron increpados, agredidos e incluso despojados de sus herramientas. Lo que el AMB llama “violencia injustificada” es, en realidad, la expresión del hastío de usuarios cansados de que se juegue con su bolsillo y con un servicio público esencial.

El engaño detrás de los medidores

El Acueducto insiste en que la reposición de medidores es un procedimiento rutinario. Sin embargo, las denuncias de la comunidad apuntan a que, bajo esa excusa, se están imponiendo costos ocultos y decisiones inconsultas. Nadie cree que se trate de simples reemplazos técnicos: la percepción ciudadana es que se busca abrir una nueva fuente de recaudo disfrazada de “mantenimiento”.

En las redes sociales circulan testimonios y pruebas que revelan cómo los usuarios han sido presionados para aceptar cambios sin una explicación clara. Lo más grave es que, en vez de escuchar, la empresa prefiere victimizarse y señalar a la comunidad de violenta, cuando la verdadera violencia es obligar a miles de hogares a someterse a una medida que huele a negocio turbio.

Trabajadores usados como carne de cañón

Los contratistas que terminan siendo agredidos son el eslabón más débil de esta cadena. Padres, madres e hijos que cumplen una labor honesta, pero que han sido enviados a la calle como carne de cañón por directivos incapaces de dar la cara y explicar con transparencia lo que está ocurriendo.

Son ellos quienes reciben insultos y amenazas, mientras los verdaderos responsables del malestar ciudadano —los que diseñaron y ordenaron este esquema de cambios irregulares— se esconden detrás de comunicados moralistas.

El problema no es la gente, es la corrupción

La indignación en Bucaramanga es clara: si el AMB quiere respeto, primero debe respetar a los usuarios. Si no quieren ver más reacciones de rechazo, deben abandonar la forma corrupta y autoritaria en la que están manejando los medidores. Mientras no lo hagan, el conflicto crecerá.

El llamado no es a justificar la violencia física, pero sí a señalar que la raíz del problema está en las decisiones de escritorio que afectan a la ciudadanía sin transparencia, sin socialización real y con un tufillo de negocio particular.