Puente Nariño: el drama de una comunidad que arriesga la vida cada día en Bucaramanga
El Puente Nariño no es solo una obra pendiente: es la herida abierta de más de 5.000 personas que, entre la desidia institucional y la fuerza del río, viven un drama diario que podría evitarse con voluntad política real.

Más de 5.000 habitantes del norte de Bucaramanga viven atrapados en la incertidumbre. Sin puente, cruzar el río de Oro se volvió una ruleta rusa: niños que van a estudiar y adultos mayores que buscan trabajo se exponen a caer en aguas turbias y crecientes súbitas que pueden arrebatar vidas en segundos.
En el sector de Puente Nariño, lo que antes era una vía segura hoy es un escenario de miedo. Tras la demolición del viejo puente Antonio Nariño en junio de 2023, por su avanzado deterioro, los habitantes de barrios como Bavaria II, Brisas del Prado y Parceleros quedaron a la deriva. La promesa de una nueva estructura se repite desde hace dos años, pero las obras no arrancan.
La vida de cientos de niños refleja el drama con mayor crudeza. Para llegar a sus escuelas deben subirse a improvisadas balsas hechas con tablas y tambores plásticos. Cada cruce es una prueba de valentía, o quizás de necesidad: un resbalón, un movimiento en falso, y el río podría tragarse lo más preciado de estas familias. “Uno los ve pasar y siente un nudo en la garganta. Es como encomendar a los hijos a la suerte del agua”, cuenta entre lágrimas una madre del sector Bavaria II.
Cuando el río crece, la situación empeora. Las balsas desaparecen y muchos deben caminar más de un kilómetro para buscar otras rutas. Adultos mayores, campesinos y trabajadores que dependen del paso se enfrentan a trayectos largos y peligrosos, mientras la esperanza de un nuevo puente se desvanece en los escritorios de la burocracia.
La comunidad no ha dejado de alzar la voz. Protestas recientes reunieron a decenas de familias que exigen ser escuchadas. “Si no protestamos, nadie nos atiende. Han pasado años y seguimos igual: arriesgando la vida todos los días”, denunció Fernando Plata Robles, edil de la Comuna 1.
Lo más doloroso es la sensación de abandono. Mientras los estudios técnicos y las cifras oficiales hablan de inversiones millonarias y diseños listos, la realidad es otra: la gente cruza como puede, con miedo y con rabia. Y la pregunta que repiten todos es la misma: ¿cuántas tragedias deben ocurrir para que las autoridades entiendan la urgencia?