Puente Nacional llora lo impensable: las Hermanas Capuchinas abandonan la Escuela Normal Antonia Santos tras 70 años de olvido oficial

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Tras 70 años de servicio, las Hermanas Capuchinas abandonan la Normal Antonia Santos de Puente Nacional. Denuncian incumplimientos y abandono de la Gobernación. La comunidad, entre lágrimas e indignación.

Puente Nacional llora lo impensable: las Hermanas Capuchinas abandonan la Escuela Normal Antonia Santos tras 70 años de olvido oficial

Una noticia estremeció a la comunidad educativa de Santander: las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia anunciaron su retiro definitivo de la Escuela Normal Superior Antonia Santos de Puente Nacional, una institución símbolo del magisterio santandereano.
El motivo —como si hiciera falta explicarlo— es tan indignante como repetido: incumplimientos económicos, desidia administrativa y abandono estatal por parte de la Gobernación de Santander.

La hermana Liliana Celina Barrera Ramírez, supervisora provincial de la Congregación, fue contundente: “Los atrasos en los pagos y el déficit generado por la falta de apoyo nos obligaron a asumir gastos que no nos corresponden. Ya no podemos más”.

La frase retumbó como un campanazo de dolor en el municipio. Detrás de esa decisión no hay simple burocracia: hay cansancio, frustración y un grito de auxilio ignorado durante años.

La Normal Antonia Santos no es cualquier colegio. Es una institución con más de siete décadas de historia, fundada en 1947 y administrada por las Capuchinas desde 1953. Por sus aulas han pasado generaciones de maestras que llevaron educación y valores a los rincones más apartados de Santander. Y ahora, ese legado sagrado se tambalea por el abandono de un Estado que ni paga a tiempo ni protege lo que funciona.

Las religiosas denunciaron que la Gobernación no solo incumplió con los pagos del convenio, sino que además las obligó a cubrir con recursos propios servicios esenciales como la vigilancia nocturna, la alimentación en fines de semana, la atención a internas y hasta el salario de un coordinador académico que no está contemplado en la canasta educativa.

En otras palabras: mientras el Gobierno promete “calidad educativa”, las monjas literalmente sostienen la escuela con las uñas y la fe.

La comunidad, entre la tristeza y la indignación, ha comenzado a movilizarse. Docentes, padres y egresados coinciden en un mismo reclamo: “No dejen morir la Normal”. En Puente Nacional, la noticia cayó como una traición: el municipio pierde no solo a una congregación, sino a una institución moral y formativa que ha sido su orgullo.

El concejal Miguel Castellanos lo resumió sin rodeos:

“Esto no es un problema financiero. Es un problema de vergüenza institucional. Si la Gobernación no puede sostener una escuela de tanto legado, ¿qué puede sostener entonces?”.

Desde Bucaramanga, la Secretaría de Educación respondió con una tibia carta de “agradecimiento y solicitud de reconsideración”, una muestra más de la burocracia que asfixia los procesos y nunca soluciona el fondo del problema.

Pero en Puente Nacional ya nadie se engaña. El retiro de las Hermanas Capuchinas es el símbolo del colapso de la gestión educativa en Santander, un golpe a la fe, a la historia y a la educación pública.

Y mientras la Gobernación busca cómo justificar el desastre, los padres y las maestras rezan por un milagro: que no se apague la luz que por 70 años alumbró el camino de miles de niñas y jóvenes.