Presencia insólita en la posesión del alcalde de Bucaramanga: Luis de la Hoz, el aliado camuflado del petrismo, está en la ciudad.

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La presencia de Luis de la Hoz en la posesión del alcalde encargado de Bucaramanga levanta alarmas: vínculos oscuros, agenda nacional y poco respeto por lo local. Bu­caram­banga exige claridad y control.

Presencia insólita en la posesión del alcalde de Bucaramanga: Luis de la Hoz, el aliado camuflado del petrismo, está en la ciudad.
El día que Javier Sarmiento Olarte asumió como alcalde encargado de Bucaramanga, uno de los que apareció en la tarima fue Luis Eduardo de la Hoz —un personaje cuyo historial de escándalos y vínculos políticos más que generar confianza, despierta recelos. Esta no es una aparición inofensiva: es una señal preocupante de que la ciudad está permitiendo la entrada de comensales del poder nacional sin rendir cuentas claras ante la comunidad local.

De la Hoz es señalado en medios de comunicación por haber participado en el escándalo del yate en Miami con Rodolfo Hernández, asunto que trascendió como uno de los episodios vergonzosos de la campaña presidencial anterior. 

Asimismo, informes señalan que habría entregado vídeos y material comprometedor vinculado a Hernández con miras a favorecer al presidente Gustavo Petro, lo que lo ubica como “camuflado” del petrismo en Santander.

La pregunta que debe hacerse toda la comunidad bumanguesa es: ¿por qué este personaje fue invitado a la posesión del alcalde encargado? ¿Qué intereses representa? ¿Quién lo puso allí para qué? Que alguien con tan carga de sospechas aparezca en un acto de instalación del gobierno local habla más de complicidades que de transparencia.

Que Bucaramanga no se engañe: esta ciudad necesita autoridades que representen a su gente, que rindan cuentas y que actúen con independencia local. No está para que entren “operadores políticos” del centro, destinados a servilismos nacionales. Si el alcalde encargado Sarmiento quiso transmitir un mensaje de cambio, debió exigir que su acto de posesión estuviera libre de figuras que comprometan la credibilidad del mandato.

La sociedad bumanguesa no puede tolerar que la posesión de un alcalde se convierta en escenario de alianzas oscuras, de personajes que más que sumar, restan. Y menos aún aceptar que la ciudad sea utilizada como tablero de juego de agendas foráneas. Que de la Hoz haya estado ahí no es un detalle menor, es una advertencia de que la democracia local está en riesgo de convertirse en parte de un engranaje político mayor.