Petro convoca otra marcha: el país ya no le cree ni lo sigue — Colombia cansada de su show político interminable

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Petro vuelve a las calles: otra marcha, otro discurso y cero soluciones. Colombia, agotada de su inacción y su retórica vacía, ya no le cree ni lo sigue.

Petro convoca otra marcha: el país ya no le cree ni lo sigue — Colombia cansada de su show político interminable
Ya nadie se aguanta a este enfermo mental.
Colombia, una vez más, asiste al espectáculo repetido del presidente Gustavo Petro, quien en lugar de gobernar, administrar, o al menos intentar resolver los problemas que ahogan al país, convoca marchas y discursos como si el país fuera su tarima personal.

Esta vez, el motivo de su nuevo llamado a las calles es la absolución del expresidente Álvaro Uribe Vélez, un fallo judicial que el mandatario convirtió en excusa para alimentar su propio delirio constituyente.

Con tono mesiánico, Petro anunció:

“Espero a Bogotá entera este viernes a las 4 en la Plaza de Bolívar. Vamos por la Soberanía Nacional. Vamos por el Poder Constituyente”.

En otras palabras: otro viernes perdido en discursos, arengas y egos inflados, mientras la inflación golpea los bolsillos, la inseguridad crece y el país real —el que madruga a trabajar— se hunde en el cansancio y el fastidio.

El presidente, que parece gobernar desde su cuenta de X (antes Twitter), aprovechó la absolución de Uribe para volver a encender la hoguera del odio político. En lugar de liderar con sensatez, decidió echarle gasolina al fuego: habló de “paramilitarismo”, de “narcopolítica”, de “Trump”, de “genocidios”, y de todo lo que le sirva para mantener viva su narrativa de víctima permanente.
Mientras tanto, el país le pide algo más sencillo: resultados, soluciones, gestión.

Ya nadie se sorprende. Cada semana tiene su nuevo “acto patriótico”, su nueva “revolución ciudadana”, su nueva excusa para no gobernar. Lo grave es que Petro confunde la Plaza de Bolívar con una oficina y la Constitución con un panfleto.

Ni siquiera dentro de su propio círculo de apoyo la convocatoria genera entusiasmo. El país está exhausto, saturado de tanta arenga sin contenido. Los sectores productivos se preguntan cuántas marchas más necesitará el presidente para entender que Colombia no necesita más ruido sino rumbo.

Y mientras Petro sigue de mitin en mitin, los campesinos siguen sin vías, los hospitales sin insumos, las regiones sin inversión, y los jóvenes sin empleo. Todo lo que promete se diluye entre gritos y hashtags.

El país ya no se indigna: se aburre. Porque cuando un presidente confunde gobernar con vociferar, lo único que logra es convertirse en ruido de fondo. Y ese ruido —como la inflación, la inseguridad o el desempleo— ya nadie lo soporta.