Palenque – Zipaquirá: la carretera del sur de Santander convertida en un campo minado de huecos

Noticia validada por AI en varias fuentes

La carretera Palenque – Zipaquirá, la principal conexión del sur de Santander con Bogotá, se ha convertido en un corredor de huecos, accidentes y muertes. Con millonarios peajes que no se reflejan en obras y promesas incumplidas.

Palenque – Zipaquirá: la carretera del sur de Santander convertida en un campo minado de huecos
La vía que conecta a Bucaramanga con Bogotá, uno de los corredores más importantes para la economía y el turismo de Santander, se ha transformado en un verdadero calvario. El abandono del Gobierno Nacional es evidente: huecos que ya parecen cráteres, un trazado obsoleto y un saldo creciente de muertos que la comunidad atribuye directamente al pésimo estado de la carretera.

Una vía de los años 50 en pleno 2025

De los 224 kilómetros que separan Palenque (Girón) de Zipaquirá (Boyacá), la gran mayoría está destruida. El Anillo Vial entre Girón y Floridablanca es apenas el primer ejemplo: más de 200 huecos convierten este tramo en una pesadilla diaria para conductores y motociclistas. “Además de los daños en los carros, aquí ya lo que hay es riesgo permanente de muerte”, relató un afectado.

Las cifras lo confirman: solo en este año, nueve personas han perdido la vida en esta vía. Muchos de los accidentes, narran testigos, ocurren cuando los conductores intentan esquivar huecos en plena oscuridad, pues la carretera ni siquiera cuenta con iluminación.

El corredor del abandono

El deterioro no discrimina sectores: en Curos, el río socavó el talud y redujo el paso a un solo carril; en el Cañón del Chicamocha, la falta de doble calzada genera trancones interminables y sobrepasos mortales; en San Gil, la carretera atraviesa el casco urbano y expone a los habitantes a tragedias como la de 2017, cuando un tractocamión sin frenos mató a cinco personas. La supuesta “variante de San Gil” que prometió el Gobierno hace ocho años, hoy no es más que un elefante blanco.

Los veedores y la misma Cámara de Comercio de Bucaramanga coinciden: esta carretera, vital para conectar el sur de Santander con Bogotá, Buenaventura y el Magdalena Medio, se quedó en el pasado. Es una vía de los años 50 que nunca fue modernizada.

Cráteres, muertes y promesas incumplidas

Los testimonios son contundentes: en Oiba – Vado Real contaron 180 huecos en apenas 18 kilómetros. En El Socorro, frente a la Virgen, un hueco alcanzó 70 centímetros de profundidad. La comunidad los geolocaliza en aplicaciones para evitar que más carros caigan en estas trampas mortales.

Y las consecuencias son fatales. En julio de 2024, el concejal de Coromoro, Robinson Estiven Cárdenas, murió junto a su esposa y el bebé que ella esperaba, tras un accidente en el que un camión, al esquivar un hueco, los arrolló. No fue un caso aislado: en apenas nueve meses de 2023 se registraron 70 accidentes y nueve muertes.

Un peaje millonario sin retorno

Entre Curos, Curití y Oiba, los peajes recaudan entre $30.000 y $45.000 millones cada año. Sin embargo, no hay señalización, no hay limpieza de cunetas, no hay inversión real. “Nos mamaron gallo, están parchando mal y vendiéndonos humo”, denunció una veedora ciudadana.

La indignación es mayor porque se había anunciado una inversión de $27.000 millones, pero en la práctica solo se ha visto reparcheo improvisado en Güepsa. Mientras tanto, el proyecto Vías de los Comuneros, que promete $2,4 billones, sigue en el aire: apenas arrancaría en 2026.

Una deuda histórica con Santander

La carretera Palenque – Zipaquirá no es un lujo: es la arteria que conecta a Santander con Bogotá, que mueve la despensa agrícola de Boyacá, el turismo del Cañón del Chicamocha, y la producción local de municipios como Barbosa, Oiba o San Gil. Hoy, esa vía es un lastre que cuesta vidas, deteriora la economía y refleja el abandono estatal.

Los testimonios de transportadores y comerciantes son la prueba: turistas que cancelan reservas, ventas que caen, productores que no logran sacar su mercancía. “Es una vergüenza nacional”, repiten los veedores.

El sur de Santander no pide milagros, pide dignidad vial. Mientras los cráteres se multiplican y las muertes se cuentan por decenas, el Gobierno responde con reparcheos mediocres y promesas aplazadas.