¡Pa’ la guandoca va! Mauricio Aguilar se creía dios mientras contrataba a lo loco y ahora responde ante la Corte
Mauricio Aguilar, aquel que se creía intocable, afronta cargos por millonarios contratos sin control. Su orgullo pagó factura. Pa’ la guandoca.
    Mauricio Aguilar Hurtado, aquel hombre que caminaba por Santander como si los vientos le susurraran elogios, ahora está sentado frente a la justicia por presuntas irregularidades que hieren la confianza regional.
Durante su mandato como gobernador (2020-2023), Aguilar habría firmado convenios por aproximadamente 8.000 millones de pesos con la entidad Canal TRO – Televisión Regional del Oriente, sin cumplir requisitos claros de planeación o supervisión.
La Corte Suprema de Justicia lo tiene en su mira. Hoy inicia la formulación de cargos formales por los delitos de contrato sin cumplimiento de requisitos legales, peculado por apropiación a favor de terceros e interés indebido en la celebración de contratos. En pocas palabras: usar el erario como si fuera su bolsillo.
Durante años Aguilar se pavoneó como el “hombre fuerte” del departamento, incapaz de escuchar a quienes no lo aplaudían, creyendo que su palabra era ley. Pero la arrogancia tiene un coste. Y ese coste se traduce ahora en una acusación que pone su imagen en ruinas.
Lo que es peor: los contratos firmados con Canal TRO habrían sido adjudicados sin la transparencia mínima exigida por la ley, lo que abre la puerta a la sospecha de que parte del dinero fue canalizado para otros fines. Y mientras él contaba los selfies y posaba en eventos, los parroquianos del departamento se preguntaban por qué servicios públicos, infraestructura o inversiones esenciales quedaban sin presupuesto.
La historia se repite: el que creyó que el poder le daba inmunidad, descubre que no tiene fueros ante la justicia. Y mientras miles de santandereanos esperaban buenas vías, salud, educación y agua, se encontraban con un gobernador que dejaba huecos presupuestarios, contratos opacos y un legado de promesas vacías.
Ahora, Aguilar deberá mirar a los ojos a quienes ayer lo vitoreaban y hoy lo esperan con la voz de la fiscalía. Porque esta vez no bastan los discursos ni las fotos de campaña: la Corte investiga, la gente observa y el silencio de la administración pesa como plomo.