Otro ‘cráter’ y un alcalde sin brújula: la Quebradaseca vuelve a hundirse y Bucaramanga paga el precio
La Quebradaseca no se hunde sola: también se hunde una administración que, en vez de liderar soluciones, deja que los problemas se repitan como un mal chiste que la ciudad ya no ríe.

Bucaramanga amaneció con un nuevo hundimiento en la avenida Quebradaseca, esta vez en la intersección con la carrera 18. Un cráter que no solo revela la fragilidad histórica del terreno, sino también la ausencia de una administración municipal que entienda —o quiera entender— que la ciudad necesita soluciones estructurales y no simples remiendos.
En horas de la noche, el pavimento cedió de forma abrupta, obligando a las autoridades a cerrar el paso y acordonar la zona. Comerciantes y vecinos aseguran que, desde días atrás, el asfalto presentaba grietas evidentes y hundimientos parciales, señales que fueron ignoradas hasta que el colapso se hizo inevitable.
No es la primera vez que la Quebradaseca se convierte en sinónimo de socavones y caos vial. Desde las emergencias de 1994 y 1995, cuando cráteres de más de 14 metros paralizaron la ciudad y provocaron millonarias pérdidas, los expertos han advertido que la avenida fue construida sobre una quebrada rellena con escombros y basura, lo que la condena a una inestabilidad crónica.
El geólogo Jaime Suárez Díaz recuerda que, aunque en los años 90 se instalaron embocaduras técnicas y se hicieron estudios durante 20 meses, las administraciones posteriores han optado por la misma receta: tapar huecos y cortar cintas, en lugar de ejecutar un plan de intervención integral. La semana pasada, otro hundimiento en la carrera 30 ya había encendido las alarmas.
Pero la crítica más dura recae sobre el actual gobierno municipal, que parece más enfocado en improvisar que en planificar. “No es solo tapar el hueco, es resolver el problema de raíz”, insisten los técnicos. Sin embargo, la gestión del alcalde evidencia que no hay una estrategia para prevenir ni para atender de forma definitiva un problema que se repite año tras año.
Los riesgos no se limitan al pavimento. La falta de control a las construcciones cercanas, la excavación indiscriminada de sótanos y la ausencia de mantenimiento del colector matriz son ingredientes de un desastre anunciado. Y mientras tanto, Bucaramanga sigue perdiendo tiempo y recursos valiosos, atrapada entre el olvido de su historia y la torpeza de su presente.