Ocho mil millones al basurero: los buses de Metrolínea que solo durarán hasta diciembre, otra vergüenza para Bucaramanga
Ocho mil millones tirados a la basura y 12 buses que se van en diciembre. El fiasco del SITME demuestra que Bucaramanga sigue atrapada en la improvisación y el despilfarro. Ni transporte moderno, ni integración metropolitana: solo promesas vacías y buses rodando hacia la nada.
Tanta rueda de prensa, tanto show con moñitos y cintas verdes para anunciar “el renacer del transporte público”, y hoy la realidad es otra: los 12 buses duales de Metrolínea —rebautizados pomposamente como SITME— solo rodarán hasta diciembre.
Una burla más a los bumangueses, que ven cómo se esfuman más de ocho mil millones de pesos en un experimento de tres meses que no resolvió nada, no conectó a nadie y no modernizó absolutamente el transporte de la ciudad.
Estos buses, traídos desde Medellín bajo un contrato de arrendamiento por $2.500 millones, fueron presentados con bombos y platillos como “la nueva era del sistema integrado”. Pero el único aire que han movido es el del descontento ciudadano: viajan vacíos, cubren rutas sin sentido, no pasan de Provenza y operan en un sistema oxidado, con estaciones destruidas y paraderos fantasmas. La realidad es que ni los conductores confían en el sistema, y los usuarios, menos.
Lo más indignante es que esta millonaria inversión se justificó como una medida de “rescate”. ¿Rescate para quién? Para los ciudadanos no fue. Con Metrolínea quebrado, la infraestructura abandonada y la movilidad colapsada, la llegada de estos buses no fue más que una maniobra política de fin de administración para maquillar el desastre y fingir gestión.
El gerente de Metrolínea, Emiro José Castro Meza, dice que “hay recursos proyectados” para continuar el contrato en 2026, pero no lo garantiza. En otras palabras: todo depende del próximo alcalde, que deberá decidir si renueva el contrato o deja guardadas las busetas en un parqueadero. ¿Y los ocho mil millones? Nadie responde.
Los analistas en movilidad coinciden: traer buses sin infraestructura es como comprar zapatos sin pies. No hay rutas bien planificadas, las estaciones siguen cerradas, y los sectores populares —donde está la verdadera demanda— siguen desconectados. Mientras tanto, los usuarios prefieren los buses tradicionales porque son más rápidos, más baratos y, por lo menos, llegan a donde la gente vive.
Todo esto no es más que otro ejemplo del modelo de improvisación que tanto daño le ha hecho a Bucaramanga. Un proyecto de transporte que nació con el sueño de integrar al área metropolitana y que terminó convertido en un laboratorio de contratos temporales, favores políticos y falsas inauguraciones.
El próximo alcalde recibirá un sistema con buses nuevos, sí, pero sin pasajeros, sin estaciones y sin futuro. Otro cadáver administrativo de una ciudad cansada de pagar los caprichos de sus dirigentes.