Mientras congresistas populistas atacan, Juvenal Díaz responde con obras en Sucre y La Belleza

Mientras congresistas populistas, como el representante cristiano Carlos Avendaño, pierden el tiempo atacando al gobernador Juvenal Díaz Mateus por hechos que ni siquiera le competen, el mandatario santandereano sigue demostrando con hechos que su prioridad es el bienestar de la gente.

En Sucre, municipio de la provincia de Vélez, Díaz recorrió junto a la secretaria de Infraestructura, Jesica Juliana Mendoza, varios frentes de obra que ya están transformando la vida de más de 14.000 habitantes. Allí, entre abrazos y reclamos legítimos de la comunidad, el gobernador ratificó lo que prometió en campaña: trabajar por los santandereanos con soluciones concretas, no con discursos populistas.

Obras que cambian realidades

El recorrido incluyó la vía La Belleza – Sucre, donde se invierten $13.500 millones para mejorar la movilidad y la productividad agrícola; proyectos de electrificación rural que garantizan “energía confiable” a 42 familias; el mantenimiento de vías secundarias para conectar mejor a las comunidades, y la remodelación del polideportivo de Sabana Grande, cuya nueva cubierta dará vida a un espacio deportivo largamente esperado.

Resultados en tiempo récord

En La Belleza, además, se entregaron 770 metros de placa huella en apenas cuatro meses, gracias a la estrategia de Obras por Impuestos. Una solución concreta que facilita el transporte de productos agrícolas, mejora el acceso a la educación y fortalece la economía campesina.

Populismo vs. gestión

Mientras Avendaño y otros congresistas del “todo vale” se dedican a hacer ruido mediático y a sembrar división en vez de aportar, Díaz se concentra en lo que realmente importa: entregar obras, escuchar a las comunidades y proyectar un Santander competitivo.

Los santandereanos tienen clara la diferencia: unos viven de discursos moralistas, otros se arremangan para sacar adelante proyectos que dejan huella. Juvenal Díaz se ha ganado el respaldo de la gente con hechos, mientras sus críticos siguen atrapados en la politiquería del micrófono.