Metrolínea hace el ridículo: se cae negocio con Medellín y Bucaramanga seguirá sin buses

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Metrolínea no es un sistema de transporte: es el reflejo del desastre político y administrativo que durante años ha condenado a Bucaramanga a vivir entre el caos y la improvisación.

Metrolínea hace el ridículo: se cae negocio con Medellín y Bucaramanga seguirá sin buses
La confirmación de que no habrá arrendamiento de buses con el Metro de Medellín es mucho más que un revés administrativo: es la prueba de que Metrolínea está convertido en un desastre institucional, financiero y operativo. Años de promesas incumplidas, manejos erráticos y decisiones improvisadas mantienen a Bucaramanga atrapada en un sistema colapsado que se hunde cada día más.

La ilusión de que Medellín prestaría sus buses para salvar a Metrolínea se derrumbó esta semana, cuando el Área Metropolitana de Bucaramanga (AMB) admitió que el negocio no se concretó. La junta del Metro de Medellín fue clara: no podían arriesgar su operación local para cubrir el hueco de un sistema quebrado en otra ciudad. Una respuesta contundente que deja en ridículo a los dirigentes santandereanos que habían vendido esta negociación como la “gran solución” a la crisis.

Detrás de este fracaso hay un problema de fondo: Metrolínea es hoy el resultado de años de corrupción, negligencia y ausencia de planificación. Desde su creación, se prometió un modelo moderno de transporte masivo; lo que Bucaramanga recibió fue un sistema incompleto, endeudado y sin capacidad de sostenerse. Cada administración ha usado al sistema como vitrina política, pero ninguna ha tenido la voluntad de enfrentar sus raíces: un modelo financiero inviable, una red inconclusa y una operación que sobrevive a punta de contratos temporales.

El gerente de Metrolínea, Emiro Castro Meza, anunció que ya buscan otra empresa privada en Medellín para arrendar buses duales a gas con un contrato que apenas cubriría hasta diciembre. Una solución de corto plazo que confirma la improvisación. No hay plan estructural, no hay horizonte a largo plazo, solo parches para ocultar el desastre que los ciudadanos viven todos los días en las calles: buses insuficientes, largas esperas, rutas truncadas y una movilidad sometida al caos de la informalidad.

El Área Metropolitana, encabezada por Juan Manuel Delgado, insiste en hablar de “fases de mejoramiento”, pero la realidad es que Metrolínea ya no resiste más discursos. Los usuarios pagan tarifas cada vez más altas por un servicio deficiente, mientras el sistema acumula deudas millonarias y las empresas operadoras se quejan de falta de pago. La confianza ciudadana se perdió hace tiempo y cada nuevo fracaso, como el de Medellín, solo confirma lo que todos saben: Metrolínea es un desastre.

El colapso de este sistema no es un accidente; es la consecuencia de un manejo político irresponsable que convirtió un proyecto de ciudad en un monumento al fracaso. Y mientras en Medellín y Bogotá los sistemas integrados avanzan, Bucaramanga sigue a la deriva, atrapada en la incapacidad de sus dirigentes.

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