Melissa García: de wedding planner por despecho a “líder” de papel
De wedding planner por despecho a directora por conveniencia: la historia que Melissa García no cuenta mientras usa Vanguardia para vender su propio mito de “liderazgo inspirador”.
Qué bonita se pinta la historia cuando se escribe uno mismo la nota, ¿verdad? En el publirreportaje que Vanguardia disfrazó de “perfil inspirador”, Melissa García —su actual directora— aparece como una heroína moderna que “descubrió su vocación en la palabra”.
Lo que convenientemente omite es que, antes de su supuesto despertar periodístico, sobrevivía en Panamá por hambre y desamor, sin trabajo fijo y con la maleta llena de frustraciones. Una gordita por conviccion que ahora se cree "top model" de corregimiento ribereño.
Esa etapa de “reinvención” que hoy maquilla como resiliencia, fue simplemente el resultado de haberlo perdido todo: una historia de fracasos personales que intenta vender como superación. Lo cierto es que cuando volvió a Bucaramanga, lo hizo buscando refugio político, no vocación. Pasó de pelar bodas, poner manteles, servir cocteles baratos y comida trasnochada a entrar en la arena electoral para trabajar en la campaña de Horacio José Serpa… y terminó saboteándola desde adentro. Su paso por la política fue un desastre: dejó más enemigos que amigos, y un nombre asociado al oportunismo más que al liderazgo.
Ahora, desde el cómodo escritorio de directora, Melissa pretende dar lecciones de liderazgo y comunicación, usando el diario como espejo para pulir su imagen pública. El artículo no lo escribió una periodista, sino una estratega de autopromoción. Con tono cursi y frases de taller motivacional, se describe como una mujer que “inspira desde la escucha”, cuando lo que realmente ha hecho es acumular poder a punta de relaciones y silencios convenientes.
El texto, escrito por una reportera de la casa bajo su supervisión directa, se presenta como un homenaje a una supuesta “líder regional”. Pero lo que revela es algo más grave: que Vanguardia ha dejado de ser un medio independiente para convertirse en vitrina personal de su directora. ¿Cómo confiar en la imparcialidad de un periódico cuyo principal rostro publica su propio panegírico?
Santander merece una prensa seria, no una pasarela de egos. Y Melissa García debería dejar de usar un medio histórico para maquillarse como la “mujer que escucha”, cuando lo único que escucha bien es el aplauso propio. La cima de la ridiculez vergonzante.