Manuel Parada: del despacho a la pataleta digital, el final infantil de un asesor que nunca entendió la seriedad del servicio público

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Tras su salida del despacho de Bucaramanga, Manuel Parada quedó retratado como un funcionario arrogante y emocionalmente inmaduro: sus mensajes de despecho en redes sociales confirmaron que jamás comprendió el valor del respeto, la prudencia ni la responsabilidad de un verdadero servidor público.

Manuel Parada: del despacho a la pataleta digital, el final infantil de un asesor que nunca entendió la seriedad del servicio público

La crisis interna que sacude la Alcaldía de Bucaramanga tras las renuncias e insubsistencias ordenadas por el alcalde encargado Javier Sarmiento dejó varios titulares, pero ninguno tan pintoresco como el protagonizado por Manuel Parada, exasesor del despacho y autoproclamado “defensor de la nueva política”, que salió del cargo dejando más trinos de despecho que resultados en su gestión.

Mientras la administración intenta recomponerse en medio del caos institucional heredado del exalcalde Jaime Andrés Beltrán, Parada prefirió convertir su salida en un espectáculo en redes sociales. En lugar de asumir con dignidad el cierre de su ciclo como funcionario, inundó su cuenta de X (antes Twitter) con frases altisonantes, fotografías de perfil ensayando gestos de superioridad y mensajes cargados de resentimiento hacia la administración pública que —según él— “no lo supo valorar”.

Su promesa de “volver después de noviembre”, escrita en tono de revancha, terminó siendo el retrato más fiel de su desconexión con la realidad. Un asesor que confundió el servicio público con un concurso de egos, que hablaba de liderazgo desde la comodidad del aire acondicionado, pero que jamás entendió la responsabilidad de representar a los ciudadanos con respeto y mesura.

La ironía es que su paso por el Palacio Municipal apenas dejó huellas administrativas, pero sí abundante material para los analistas del comportamiento político local: publicaciones egocéntricas, frases grandilocuentes y una obsesión por aparentar importancia en un cargo que le quedó grande.

Mientras en Bucaramanga el equipo de gobierno intenta recomponer la gobernabilidad, Parada posa en redes con un aire de superioridad que solo acentúa su caída. La ciudad lo observa con la misma mezcla de lástima y vergüenza ajena con la que se mira a quien creyó que un cargo público era una tarima para alimentar su ego.

En los pasillos de la Alcaldía lo resumen mejor que nadie: “Manuel nunca entendió que servir es distinto a figurar”.

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