Los sinvergüenzas del poder: contratistas obligados a aplaudir al exalcalde Beltrán y a su esposa
El descaro político en Bucaramanga no tiene límites: contratistas presionados, celulares retenidos y reuniones disfrazadas de liderazgo para promover al exalcalde Beltrán y su esposa.
Lo que se destapó en Bucaramanga no es solo una falta de ética: es una muestra descarada de cómo el clientelismo y el abuso del poder siguen siendo el motor de la política local. Contratistas de las secretarías de Educación y Tránsito denunciaron haber sido presionados para asistir a reuniones políticas en las que, con la excusa de “actualizar datos”, se les pedía apoyar al exalcalde Jaime Andrés Beltrán y a su esposa Paula Andrea Ramírez, quien ya suena como su heredera política.
Los testimonios revelan que los asistentes fueron citados al auditorio de Comfenalco, donde les quitaron los celulares para evitar grabaciones y luego los sermonearon con un discurso de liderazgo disfrazado de proyecto llamado “Okinawa”. Entre líneas, el mensaje era claro: si no apoyan “al doctor” o “a quien él indique”, no habrá contrato el próximo año.
“Nos quedaríamos sin contrato”, confesó un contratista que prefirió el anonimato por miedo a represalias. Otros, resignados, afirmaron que asisten a estas reuniones “para no perder el puesto”. Un chantaje político de la más baja categoría, que convierte la administración pública en un mercado de favores.
Los mismos contratistas afirmaron que firmaron hojas de asistencia bajo el título de ‘Actualización de Datos’, una artimaña para camuflar la reunión política. En redes, el proyecto Okinawa se presenta como un espacio de liderazgo, pero detrás hay funcionarios contratados por la Alcaldía con contratos vigentes, como Andrés Gelvez, quien figura en el sistema de Función Pública con un contrato por $28 millones para asesorar el despacho del alcalde.
Todo apunta a una operación política encubierta orquestada con recursos y personal del Estado. Y, como si fuera poco, el exalcalde Beltrán —ahora “fuera de la ciudad”— dice no saber nada. Qué casualidad.
Lo cierto es que este episodio deja al descubierto la podredumbre del sistema político local: un círculo de oportunistas que usan la necesidad de los contratistas para mantener su maquinaria viva, pagando con miedo lo que deberían ganar con mérito.