Los miserables de las FARC y sus herederos vuelven a atemorizar a Rionegro
Los santandereanos rechazamos con indignación la presencia de los grupos armados que intentan tomarse el Bajo Rionegro. Ni las FARC ni sus herederos volverán a someter a nuestro pueblo. Exigimos acción inmediata del Gobierno y respaldo total a las comunidades que resisten el miedo con dignidad
Los habitantes de Rionegro, Santander, viven hoy con miedo. Los mismos violentos de siempre —las disidencias de las FARC y sus cómplices del autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia— vuelven a ensuciar con sangre y miedo la tranquilidad del campo santandereano.
La Defensoría del Pueblo tuvo que emitir una Alerta Temprana ante el riesgo real de violaciones a los derechos humanos y de nuevas acciones terroristas en los corregimientos de San Rafael de Lebrija, Papayal, San José de los Chorros y La Tigra, donde campesinos, mujeres y niños duermen con el corazón en vilo.
Estos miserables, disfrazados de supuestas causas sociales, solo traen muerte, extorsión y narcotráfico. Buscan apoderarse del Bajo Rionegro para convertirlo en su retaguardia criminal, expandiendo sus tentáculos desde el sur de Bolívar y Puerto Wilches. Su objetivo no es otro que el control de las rutas de la coca, el microtráfico y la extorsión, y la instalación de corredores seguros para sus jefes, armas y dineros sucios.
Como si fuera poco, ahora también intentan disputarse el territorio con las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada, otro grupo armado ilegal que pretende dominar los pasos estratégicos entre el Catatumbo, el sur del Cesar y el sur de Bolívar. En medio de esa pugna de miserables, los únicos que sufren son los campesinos de Santander: familias humildes que no tienen más arma que su trabajo, y que hoy sienten cómo su vida vale menos que el silencio de un fusil.
Desde la Gobernación de Santander, el secretario del Interior, Óscar Hernández Durán, anunció la articulación con el Ministerio del Interior y las Fuerzas Militares para reforzar la seguridad en la zona. Pero el clamor de la gente es claro: presencia del Estado sí, pero de verdad, con escuelas, vías, salud y oportunidades que alejen a los jóvenes del reclutamiento y la violencia.
Los santandereanos no queremos ver otra vez a nuestro territorio bajo el dominio de quienes todo lo destruyen. Ni las FARC, ni el ELN, ni sus nuevas fachadas criminales tienen cabida en esta tierra de gente trabajadora y valiente. Rionegro y sus corregimientos necesitan respaldo, no discursos.
El mensaje del pueblo es contundente: aquí no queremos tiranos con fusiles ni politiqueros que los excusan. Aquí lo que exigimos es justicia, orden y la protección de la vida.