Lo llaman democracia, pero es corrupción con corbata”: La máquina electoral del alcalde de Barrancabermeja al descubierto
La consulta del Pacto Histórico en Barrancabermeja reveló mucho más que una votación: dejó al descubierto una maquinaria política al límite de la ley, con dinero, presión y complicidades. No podemos permitir que lo que empieza en un municipio termine en el Congreso.
    En Barrancabermeja, lo que debería ser una consulta de partido se convirtió en un teatro de operaciones donde la democracia fue secuestrada por la maquinaria política del alcalde Jonathan Vásquez y su esposa, Laura Cristina Ahumada.
El domingo pasado, Ahumada logró una votación sorprendente –68.940 votos, colocándose en el séptimo lugar nacional para la lista del Pacto Histórico al Senado. Pero ese “éxito” lleva tinta invisible de presunta compra de votos, coacción y uso indebido del aparato público.
La Procuraduría suspendió al alcalde Vásquez por tres meses por participación indebida en la campaña de su esposa, reconociendo la evidente mezcla entre su despacho público y un proyecto político personal. El Colombiano+1 Además, la Fiscalía General de la Nación lo acusa de liderar una estructura “criminal” para compra de votos en las elecciones de 2023.
Y ahora, cuando todos los ojos miran a Barrancabermeja, aparecen chats filtrados que muestran ofertas de dinero por votos: $20.000 por sufragio para Ahumada al Senado y presiones sobre contratistas para que voten o pierdan sus contratos.
¿Dónde queda la ética política? ¿Dónde el respeto por el voto libre? En esta historia se ve claro que la democracia fue convertida en pasarela de poder: el despacho del alcalde como operador político, y la esposa como aspirante del clan familiar. Este modelo clientelista de “manda y controla” no es nuevo en Santander, pero sigue siendo inadmisible.
Por su parte, Ahumada se presenta como mujer “nueva” y “emergente”, sin experiencia pero con votos. Pero sus votos llegan marcados por sombras de contratos condicionados, empleados que recibieron mensajes para votar, y autoridades que vigilan desde abajo mientras el “proyecto” sube. Esa es la trama que la ciudadanía no puede tolerar.
Porque cuando un alcalde usa su cargo para construir una candidatura de su círculo íntimo, la ciudad pierde. Cuando los votos dependen de pagos o favores, el ciudadano deja de ser libre para ser moneda de cambio. El próximo Congreso no puede llenarse de esos “repuestos” de alcaldías cuestionadas.
Barrancabermeja no debería cerrar los ojos ante esta operación: la consulta ya pasó, pero las consecuencias quedan. ¿Y después? Si el Senado abre sus puertas a este modelo, el rumbo regional estará en manos de las mismas estructuras que hoy cercenan la democracia local.