Libardino: "Hombre, por Dios". Borrachos, locos y “emprendedores” juegan con la seguridad de todos

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El embalse Topocoro se convirtió en un despelote: borrachos, imprudentes y falsos empresarios lo usan como su patio de recreo. La Liga de Vela pide control antes de que ocurra una tragedia.

Libardino: "Hombre, por Dios". Borrachos, locos y “emprendedores” juegan con la seguridad de todos
En el embalse Topocoro ya no hay vela ni orden: ahora lo que hay es descontrol. La Liga de Vela de Santander lanzó una grave alerta por el creciente número de particulares que se creen dueños del espejo de agua, utilizando las instalaciones deportivas como si fueran cantinas flotantes.

Entre ellos destaca el “empresario” Libardino, un personaje que parece convencido de que el embalse es su finca personal y hace allí lo que se le da la gana, con el silencio complice de la Secretaría de Cultura del departamento.

Según la denuncia, varios de estos aventureros sin permiso han manipulado el planchón de entrenamiento de la Liga, lo que provocó incluso su volcamiento. Un acto de irresponsabilidad que pone en riesgo la vida de deportistas, técnicos y visitantes. “Es increíble que haya gente usando nuestras instalaciones para farrear, beber y posar de empresarios del turismo, sin la más mínima norma de seguridad”, expresaron indignados los voceros de la Liga.

La situación, dicen, ha convertido Topocoro en un caos acuático, donde se mezclan el trago, los paseos clandestinos y los shows de vanidad de quienes confunden emprendimiento con desorden. “Estamos cansados de ver cómo unos pocos dañan el trabajo serio de años, arriesgando vidas solo por protagonismo o negocio fácil”, agregó uno de los entrenadores.

La Liga de Vela exigió presencia permanente de las autoridades y sanciones ejemplares para quienes continúan usando su infraestructura sin autorización. El llamado también es para la comunidad y los visitantes: Topocoro no es un bar flotante ni un reality, es un espacio deportivo y ambiental que merece respeto.

Por ahora, los deportistas siguen entrenando entre el miedo y la frustración, mientras los “emprendedores de trago y locura” se pavonean por el embalse. Y el empresario Libardino, como buen símbolo del caos actual, navega en aguas que ya no tienen ley.