Las pataletas de Álvaro Rueda, el pupilo del director del partido parapolítico Ángel Alirio Moreno

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Álvaro Rueda, el pupilo del parapolítico Ángel Alirio Moreno, ahora juega al indignado. El mismo que callaba ante los abusos de su jefe, hoy pide un gobernador ad hoc. Hipocresía pura de un político que solo obedece cuando le jalan los hilos.

Las pataletas de Álvaro Rueda, el pupilo del director del partido parapolítico Ángel Alirio Moreno

Lo que hizo esta semana el representante santandereano Álvaro Rueda es una joya de la hipocresía política. El mismo que ha guardado silencio cómplice ante los abusos, pactos oscuros y trampas de sus jefes políticos, ahora posa de “defensor de la democracia” y pide un gobernador ad hoc para Santander. Una petición tan absurda como su repentina moral selectiva.

Rueda, el hombre sin voz cuando sus aliados se repartían cargos, contratos y avales bajo la sombra del parapolítico Ángel Alirio Moreno, ahora se las da de paladín de la transparencia. Habla como si no supiéramos que es apenas un peón del mismo cacique político que durante años utilizó un partido en decadencia como refugio de intereses personales.

Hoy el “ojibrotao” congresista se escandaliza porque el gobernador Juvenal Díaz —militar retirado, disciplinado y con respaldo ciudadano— cumple con sus deberes legales en el proceso de designación de alcaldes. Pero cuando su mentor, el nefasto Moreno, hacía y deshacía desde Bogotá manipulando avales, cuotas y puestos, el señor Rueda no decía ni pío. Callaba, obedecía y aplaudía.

Lo que en el fondo busca con esta pantomima es relevancia política, porque en Santander ya nadie lo toma en serio. Su voz no pesa, su discurso no emociona y su bancada apenas sobrevive entre ruinas ideológicas. Por eso apela al escándalo barato, al ruido de micrófono y al show en redes, intentando revivir una figura que nunca despegó.

La verdad es que Rueda no defiende la ética pública: defiende su pequeño espacio en la nómina de intereses de Ángel Alirio Moreno, un personaje con historial turbio que ahora pretende reencarnar como santo redentor del país. Si tanto le indigna la “participación en política”, debería empezar por su propia casa, revisando cuántos contratos y favores han girado en torno a su padrino y a la maquinaria que lo sostuvo.

El gobernador Juvenal Díaz tiene razón en una cosa: ya es hora de ponerle límite a la irresponsabilidad política de quienes confunden oposición con circo. Rueda no denuncia, difama. No fiscaliza, grita. Y lo peor, lo hace con la frente en alto como si el pasado no le pesara.

En Santander, la gente está cansada de estos personajes reciclados que primero lamben y luego señalan. Álvaro Rueda no es un líder: es un eco servil de los viejos manipuladores del poder, y su ataque no es más que el berrinche de quien sabe que el tiempo de los titiriteros ya se acabó.