La plata más perdida de Colombia: elecciones de Juventud, el show donde tres pelagatos dicen representar a todos los jóvenes
Consejos de Juventud 2025: el despilfarro más inútil del año. Miles de millones gastados para elegir a unos pocos jóvenes que no deciden nada, no representan a nadie y desaparecerán en silencio tras las elecciones.
Si hay una elección que debería entrar en los Récord Guinness por su inutilidad, despilfarro y desconexión con la realidad, son las de los Consejos Municipales y Locales de Juventud 2025. El domingo 19 de octubre, más de 519.000 jóvenes santandereanos están habilitados para votar en un proceso que, en teoría, busca darles voz en la política. En la práctica, es otro monumento al derroche institucional.
Con un presupuesto millonario en logística, publicidad y operativos de seguridad, lo que en realidad se elegirá es un grupo de muchachos desconocidos, sin respaldo social, sin representatividad y sin poder real, que luego nadie volverá a ver ni escuchar. Un simulacro de participación que solo sirve para llenar informes de gestión y justificar contratos.
La Registraduría Nacional anuncia con orgullo que más de 11 millones de jóvenes podrán votar en todo el país, y que Santander ocupa el séptimo lugar con su ejército de votantes potenciales. Pero lo que no dice el boletín es que en la última elección apenas votó el 10 % y que muchos de los elegidos terminaron abandonando el cargo por falta de presupuesto, apoyo institucional o, simplemente, interés.
Las autoridades locales —la Secretaría del Interior, la Policía y hasta la Gobernación— preparan un gran dispositivo electoral, como si se tratara de una jornada histórica. Mientras tanto, los verdaderos problemas de la juventud siguen intactos: desempleo, falta de oportunidades, violencia, drogadicción y un sistema educativo que no responde a la realidad del país.
Para esta edición se inscribieron 2.767 candidatos en Santander. Cifras pomposas que no cambian el hecho de que nadie sabe quiénes son ni qué representan. En cada municipio, tres o cuatro jóvenes —los mismos de siempre, hijos de algún político, contratista o dirigente de turno— se reparten los cupos, se toman la foto con el logo de la Alcaldía y desaparecen hasta el siguiente periodo.
Mientras tanto, los recursos del Estado vuelven a rodar: propaganda, tarjetones, funcionarios, refrigerios y viáticos para un proceso que no incide en una sola decisión pública. Porque, aunque suena bonito eso de “darles voz a los jóvenes”, la verdad es que estos consejos no tienen ni presupuesto, ni funciones reales, ni peso político.
En resumen, otra elección colombianísima: mucha foto, poca acción. Un espectáculo pagado con el dinero de todos, para que tres pelagatos se sientan concejales juveniles durante un año.