Jairo Mantilla vende sus negocios: la política, la DIAN y el peso de un apellido

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El retiro empresarial de Jairo Mantilla es la consecuencia amarga de una deuda millonaria con la DIAN y del lastre que dejó la carrera política de su hijo, el exalcalde Héctor Mantilla, hoy instalado en Houston mientras su padre ve diluirse el trabajo de toda una vida.

Jairo Mantilla vende sus negocios: la política, la DIAN y el peso de un apellido

El reconocido empresario y político santandereano Jairo Alfonso Mantilla Serrano decidió vender buena parte de sus negocios, entre ellos la Papelería Oriental, el Twist y el Hotel Fortaleza. Oficialmente, habló de “una etapa cumplida” y de su deseo de descansar, pero en los pasillos de Floridablanca y Bucaramanga se sabe que la verdadera razón es otra: las deudas y el peso de una política que terminó quebrando su legado.

Los Mantilla siempre han tenido voz y votos en Santander. Jairo fue concejal, diputado y directivo conservador; su hijo Héctor llegó a la Alcaldía de Floridablanca con apenas 26 años, prometiendo renovación y eficiencia. Pero mientras Héctor vive hoy en Houston, ejerciendo como abogado y disfrutando de un estilo de vida holgado, su padre quedó atrapado en el país enfrentando cuentas pendientes con la DIAN que terminaron ahogando el capital construido durante décadas.

Los trabajadores de sus empresas lo reconocen como un jefe justo y respetuoso, alguien que en la venta de la papelería incluso se preocupó por garantizar su continuidad laboral. Sin embargo, detrás de esa nostalgia también hay indignación: el esfuerzo de toda una vida se perdió en deudas que, según muchos, tienen nombre propio y provienen de las decisiones políticas de Héctor Mantilla.

El exalcalde, que manejó recursos públicos, contratos y poder político en Floridablanca, salió ileso de la tormenta y hoy se mueve tranquilo en Estados Unidos. En contraste, Jairo vendió sus negocios, perdió estabilidad y ahora enfrenta el peso de un apellido que le dejó más problemas que reconocimientos.

En tiempos electorales, los Mantilla aún representan capital político. Pero la pregunta es: ¿con qué autoridad puede ese apellido volver a pedir confianza en las urnas cuando la política dejó a un padre con deudas y a un hijo disfrutando la abundancia al otro lado de la frontera?