Horacio José Serpa: lágrimas de cocodrilo por Barrancabermeja mientras sus aliados se reparten el poder
Horacio José Serpa clama amor por Barrancabermeja, pero calla sobre el rol de sus aliados —Eljach y Gustavo Moreno— en el abandono institucional que sufre la ciudad. Mientras la Unidad de Víctimas se reparte entre cuotas políticas, las verdaderas víctimas siguen esperando.

La columna sentimental de Serpa contrasta con la cruda realidad de una ciudad abandonada por quienes hoy controlan la Unidad de Víctimas. Más que amor por Barrancabermeja, lo que hay es cálculo electoral y usufructo político.
La reciente columna de Horacio José Serpa titulada “Barrancabermeja no está sola” busca conmover al lector con una narrativa nostálgica y patriótica sobre una ciudad herida. Sin embargo, detrás de las palabras sentimentales y los llamados a la dignidad, hay una hipocresía inocultable: Serpa habla de amor por Barrancabermeja, pero olvida decir que sus propios aliados políticos son parte del problema que hoy la sume en el abandono.
Horacio José Serpa no es un ciudadano cualquiera. Fue senador, es hijo del exgobernador Horacio Serpa Uribe, y está íntimamente ligado al poder político regional. Y lo más preocupante: es aliado político de Alfonso Eljach, exalcalde de Barrancabermeja, y de Gustavo Moreno, hoy director de la Unidad de Víctimas. Una entidad clave en un territorio marcado por el conflicto armado, que debería servirle al pueblo, pero que ha sido cooptada con fines burocráticos y clientelistas.
¿Con qué autoridad moral habla Serpa de dignidad y futuro cuando sus cercanos son los mismos que han usado el dolor de las víctimas para escalar posiciones en el Estado? ¿Dónde estuvo su voz cuando la corrupción ahogaba la administración de Eljach? ¿Qué ha hecho Gustavo Moreno por las comunidades desplazadas y extorsionadas que menciona la columna?
Es fácil escribir sobre la resiliencia del pueblo barranqueño desde un escritorio en Bogotá. Lo difícil es asumir responsabilidades políticas, mirar a los ojos a las víctimas y reconocer que quienes hoy controlan instituciones clave —como la Unidad de Víctimas— no han hecho nada más allá de garantizar su propio poder.
La ciudadanía de Barrancabermeja está cansada de discursos vacíos que florecen en tiempos electorales. Porque mientras los columnistas de siempre derraman tinta sobre el “honor de una tierra obrera”, en los barrios las balas no paran, el desempleo crece y las familias desplazadas siguen sin atención real.
La frase “Barrancabermeja no está sola” esconde una verdad incómoda: la ciudad ha sido usada, olvidada y manoseada por quienes se llenan la boca de promesas mientras reparten puestos, contratos y beneficios entre sus amigos. El dolor de Barrancabermeja no necesita más poesía: necesita justicia, inversión honesta y liderazgo sin doble discurso.
¿Hasta cuándo seguirán usando a Barrancabermeja como trampolín político mientras su gente se hunde?