Gloria Durán: la desagradecida que se cree dueña de la CAS en medio de una tormenta jurídica y política

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Gloria Durán se cree dueña de la CAS, pero enfrenta demandas calcadas y fuego amigo. Detrás aparece Ángel Alirio Moreno, viejo zorro de la politiquería y del PIN, que ahora posa de moralista mientras carga con su propio prontuario de corrupción.

Gloria Durán: la desagradecida que se cree dueña de la CAS en medio de una tormenta jurídica y política
La Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) atraviesa un terremoto jurídico y político que, lejos de fortalecer la institucionalidad ambiental, la ha convertido en un escenario de traiciones internas, demandas sospechosamente idénticas y la soberbia de una directora que, en apenas un mes, ya se comporta como si la entidad fuera de su propiedad.

Gloria Milena Durán Villar, quien llegó al cargo con el respaldo de las mayorías políticas, parece haberse olvidado de ese apoyo. Hoy actúa con arrogancia, como si hubiese alcanzado la dirección de la CAS por méritos propios, mientras las denuncias y demandas de nulidad ponen en jaque su permanencia.

Fuego amigo: su propio subdirector detrás de una demanda

La primera demanda de nulidad contra Durán fue interpuesta por William Mantilla Osuna, ciudadano de Barranquilla. Sin embargo, al revisar la metadata del documento cargado en el sistema del Consejo de Estado, salió a la luz que el verdadero autor es Fabián Mauricio Castellanos García, actual subdirector de la CAS y ficha del exdirector Raúl Durán Parra.

Un funcionario de su propio círculo participando en la estrategia jurídica para tumbarla. Así de desagradecida y debilitada está Durán, que hoy posa de independiente mientras hasta sus subalternos conspiran en su contra.

Ángel Alirio Moreno: el viejo zorro de la politiquería

Días después apareció una segunda demanda, firmada por Ángel Alirio Moreno, expresidente del PIN, un partido señalado por sus vínculos con la parapolítica. Moreno, que siempre supo moverse en las cloacas de la politiquería, ahora pretende erigirse como adalid de la transparencia.

Pero la memoria de los santandereanos es clara: fue él quien impulsó la carrera política de su hijo, Miguel Moreno, en Floridablanca, municipio donde la administración terminó enlodada por denuncias de corrupción y que curiosamente derivó en negocios y fincas familiares en el Magdalena Medio. ¿Con qué cara viene hoy a hablar de moral y legalidad? ¿Con qué autoridad pretende desestabilizar a la CAS, cuando carga a cuestas un prontuario de clientelismo descarado?

Lo más burdo es que su demanda es prácticamente un “copia y pegue” de la de Mantilla Osuna. Misma extensión, mismas pruebas, mismo orden, ni siquiera se molestaron en cambiar una coma. ¿Transparencia? No, simple y llana estrategia de politiqueros resentidos.

Gloria Durán: de beneficiada a “emperatriz” de la CAS

Mientras tanto, Gloria Durán, lejos de mostrar gratitud hacia quienes hicieron posible su nombramiento, ha preferido creerse la emperatriz de la CAS. En lugar de liderar con prudencia, ha optado por la arrogancia, actuando como si la entidad le perteneciera y olvidando que su mandato está cuestionado desde todos los frentes: desde el Ministerio de Ambiente, que también demandó su elección, hasta el Congreso, donde el senador Jaime Durán ya pidió cuentas de contratos y reformas estatutarias.

La incoherencia es evidente: una directora sin legitimidad, sostenida por hilos políticos cada vez más frágiles, enfrentada a demandas que nacen dentro y fuera de la entidad, y con la comunidad ambiental esperando respuestas que nunca llegan.

Una CAS atrapada en las garras de la politiquería

Lo que hoy ocurre en la CAS es la radiografía de lo peor de la política regional: traiciones internas, politiqueros como Ángel Alirio Moreno que buscan desestabilizar para sacar tajada, y una directora que se cree intocable, olvidando que llegó gracias a un sistema político que ahora desconoce.

Mientras tanto, el medio ambiente y los proyectos que deberían proteger el agua, los bosques y la biodiversidad en Santander quedan en segundo plano. La CAS, que debería ser ejemplo de transparencia y técnica, está convertida en el botín de egos y la ambición de unos pocos.