Giovanni Leal: el silencio que incomoda en el caso de su cuñado Carlos Ramón González
La mudez del diputado Giovanni Leal frente al escándalo que involucra a su cuñado Carlos Ramón González erosiona su credibilidad y refuerza la idea de que la lucha contra la corrupción se diluye cuando toca la puerta de la familia.

Mientras el país asimila la magnitud del escándalo de corrupción en la Ungrd y crecen las revelaciones sobre la red de favores que habría beneficiado a Carlos Ramón González, el diputado santandereano Giovanni Leal mantiene un silencio que incomoda. Ni una sola palabra ha pronunciado sobre las acusaciones que salpican a su cuñado, pese a que el caso involucra a uno de los hombres más cercanos al presidente Gustavo Petro y a un oriundo de su misma tierra.
La postura muda de Leal contrasta con la vehemencia con la que en otras coyunturas ha opinado sobre corrupción, transparencia y ética pública. Hoy, cuando la Fiscalía imputa a González por cohecho, peculado y lavado de activos, y cuando el país debate si existió un entramado para desviar recursos de los carrotanques de La Guajira hacia el pago de coimas a congresistas, el diputado opta por guardar silencio. Ese mutismo no solo es interpretado como prudencia política: en círculos ciudadanos y mediáticos ya se percibe como una omisión estratégica que protege intereses familiares antes que el derecho de los santandereanos a conocer su posición.
El escándalo, que ha involucrado cartas diplomáticas, gestiones en Nicaragua y acusaciones de uso indebido de recursos de la Ungrd, no ha sido suficiente para que Leal rompa el hermetismo. Mientras Petro niega haber intercedido por González y el Gobierno anuncia que pedirá su extradición, en Santander el silencio del diputado alimenta la sospecha de un doble rasero: una vara para juzgar la corrupción ajena y otra muy distinta cuando se trata de los suyos.
La política regional no se construye solo con discursos contra la corrupción en tarima, sino con coherencia cuando los casos tocan fibras personales. En este caso, Giovanni Leal, figura visible en la Asamblea de Santander, enfrenta un dilema ético evidente: ¿defender la transparencia con la misma contundencia que cuando no hay vínculos familiares de por medio, o seguir callando mientras su cuñado protagoniza uno de los mayores escándalos de este gobierno?
Cada día que pasa sin pronunciamiento, el diputado cede terreno a la percepción de que su rol como servidor público queda supeditado a lealtades personales. Y en política, como bien sabe, el silencio ante la corrupción no es neutralidad: es complicidad por omisión.