Floridablanca, la ciudad sin rumbo ni autoridad: otra noche de balas, miedo y sangre
Mientras los ciudadanos se esconden al caer la noche, el alcalde José Fernando Sánchez sigue vendiendo humo.
La inseguridad en Floridablanca se desbordó hace rato, pero la administración municipal sigue en silencio, cruzada de brazos, como si los tiroteos, los atracos y el microtráfico fueran parte del paisaje urbano.
Anoche, una pareja fue atacada a disparos en pleno barrio La Cumbre, un sector residencial donde los vecinos ya no duermen tranquilos por miedo a ser las próximas víctimas.
El hecho ocurrió hacia las 8:20 p.m., entre las calles 33 y 34, cuando Juan Manuel González Barrios, alias “Tuerto”, y su pareja María Trillos, fueron interceptados por dos sujetos armados que se movilizaban en moto. Según los reportes, los delincuentes intentaron robarles el celular, pero ante la resistencia de la mujer, el parrillero sacó un arma y disparó sin piedad.
Las víctimas fueron trasladadas a la Clínica Foscal, mientras los atacantes escapaban sin dejar rastro. Pero las versiones se cruzan: la Policía no descarta que el hecho esté relacionado con un ajuste de cuentas, pues el hombre herido figura como presunto expendedor de drogas en el asentamiento Villa Esperanza.
Y ahí está el verdadero problema: Floridablanca se convirtió en territorio sin ley, donde el crimen común se mezcla con el microtráfico y los ataques personales, sin que la Alcaldía logre ejercer control alguno. Mientras el alcalde se dedica a hacer eventos, ferias y shows de prensa, los barrios están sitiados por el miedo.
En La Cumbre, vecinos reportan atracos casi a diario; en Prados del Sur y Lagos III los jíbaros venden droga a plena luz del día, y en Villa Esperanza los tiroteos ya no sorprenden a nadie. Pero el secretario de Seguridad, Andrés Ardila, prefiere dar declaraciones tibias en lugar de enfrentar una realidad que se les salió de las manos.
Floridablanca no es la “ciudad bonita”, es la ciudad violenta y peligrosa que refleja el abandono institucional más descarado.
Mientras los ciudadanos se esconden al caer la noche, el alcalde sigue vendiendo humo.