Ferias en Sabana de Torres: fiesta a pesar del desastre político y la desidia institucional
Mientras la administración celebra con bombos y platillos el regreso de las festividades, la comunidad enfrenta una realidad marcada por la desidia institucional, el abandono social y la sombra de la corrupción en contratos públicos. La fiesta no borra el desastre político.
Sabana de Torres revive sus Ferias y Fiestas tras cuatro años, pero lo hace en medio de cuestionamientos a la administración del alcalde Darío Buchenicow, señalado por su cercanía con escándalos de corrupción y por priorizar la tarima sobre los problemas estructurales del municipio.
Después de cuatro años de silencio, Sabana de Torres intenta revivir sus tradicionales Ferias y Fiestas del 14 al 18 de agosto. Pero esta celebración, lejos de ser un símbolo de reactivación cultural, también expone las heridas abiertas de un municipio golpeado por el abandono institucional, las promesas incumplidas y el descrédito de su dirigencia.
La administración del alcalde Darío Buchenicow, cuestionado por sus vínculos con la Ungrd y por contratos poco transparentes, quiere mostrar músculo organizativo y control, mientras la comunidad aún espera soluciones concretas a problemas estructurales: agua potable, vías rurales, empleo y seguridad. En lugar de gestión efectiva, la prioridad parece ser la tarima, la cabalgata y el reinado, financiados con más de $430 millones de recursos públicos, mientras persiste la pobreza y el desempleo.
Durante años, Sabana de Torres fue relegada por administraciones incapaces de proyectar un desarrollo sostenible. La pandemia fue la excusa perfecta para frenar eventos, pero también para ocultar el fracaso de políticas públicas, muchas de ellas ligadas al manejo opaco de recursos provenientes de la Ungrd. Hoy, con una feria relanzada a toda prisa, el alcalde busca lavarse la cara y capitalizar políticamente una fiesta que no soluciona los verdaderos dramas del municipio.
La programación incluye muestras ganaderas, conciertos, actividades deportivas y culturales. Pero detrás del brillo de los espectáculos, hay un pueblo cansado de la politiquería, que exige resultados reales y una rendición de cuentas que nunca llega.