El silencio de Lina Barrera y la vergüenza de San Gil
San Gil volvió a ser escenario del desorden, el maltrato y el oportunismo político. Mientras los caballos caían en la calle, Lina Barrera —que siempre llega a pedir votos— prefirió callar. Ese silencio también es maltrato
Ni un solo pronunciamiento, ni una palabra, ni un gesto. La candidata a la Cámara de Representantes Lina Barrera volvió a demostrar que San Gil solo le importa cuando hay elecciones. Mientras la ciudad se hunde en el desorden y los caballos caen muertos en plena calle, ella permanece muda, calculando votos y mirando desde lejos el caos de un municipio que ayudó a dejar en ruinas junto a su exesposo, el exalcalde Ariel Rojas.
Lo ocurrido el pasado fin de semana en la cabalgata de las ferias de San Gil fue un retrato del abandono moral y político que sufre la capital turística de Santander: un caballo muerto sobre el asfalto, otro herido, animales agotados, jinetes borrachos, peleas, atropellos, y hasta una agente de tránsito agredida mientras intentaba poner orden entre el licor, la arrogancia y la falta de control. La fiesta terminó convertida en un circo de irresponsabilidad y maltrato animal.
La Procuraduría había advertido con claridad: ningún evento de este tipo podía realizarse sin garantizar la protección y el bienestar de los animales, de acuerdo con la Ley 2455 de 2025 —la Ley Ángel—, que refuerza las sanciones por crueldad animal. Pero en San Gil, como suele pasar, la advertencia se la llevaron los vientos del desinterés y la politiquería.

El alcalde Edgar Orlando Pinzón se lavó las manos con la ligereza de quien niega lo evidente: “No tenemos nada que ver con la cabalgata”, dijo, pese a que los primeros afiches, videos y publicaciones de las ferias oficiales incluían el evento con logos institucionales y recorridos aprobados. Luego, cuando estallaron las críticas, desaparecieron las publicaciones y apareció el comunicado negándolo todo.
Y mientras tanto, silencio absoluto de Lina Barrera. Ni una línea condenando el maltrato, ni un mensaje de solidaridad con los defensores de animales, ni un reclamo por la degradación de su propio pueblo. La misma candidata que antes de cada campaña promete amor por Santander, ahora calla ante la vergüenza de ver su ciudad reducida al espectáculo del abuso.
La empresa que organizó la cabalgata, la Corporación Arte, Cultura y Tecnología —la misma contratada por la Alcaldía para ejecutar las ferias—, cobró $50.000 por inscripción y operó bajo un supuesto carácter “privado”, pese a que en su plan de contingencia figuraba la cabalgata como parte del evento ferial. Un doble discurso que deja a San Gil, literalmente, sin autoridad y sin vergüenza.
La veeduría ciudadana Colombia Digna y Transparente, en cabeza de Ángela Delgado, denunció la contradicción: “Dicen que no era parte de la feria, pero el permiso, el plan de contingencia y la empresa son los mismos. No se entiende cómo la Alcaldía permitió semejante atropello”.
Hoy San Gil aparece ante los ojos del país como un municipio donde reina la improvisación, el irrespeto a los animales y la hipocresía política. Una tierra donde los dirigentes desaparecen cuando hay que asumir responsabilidades y reaparecen solo cuando huele a campaña.