El hijo de un corrupto llega a la Asamblea de Santander

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La llegada de Darwin Vargas a la Asamblea no representa un nuevo comienzo en Santander, sino una continuación del mismo tren viejo. En un sistema político saturado de clientelismo, el apellido Vargas sigue siendo sinónimo de impunidad, algo que la ciudadanía no está dispuesta a seguir tolerando.

El hijo de un corrupto llega a la Asamblea de Santander
Darwin David Vargas Rincón, hijo del conocido “Tocayo Vargas” condenado por corrupción, asumirá la curul en la Asamblea de Santander, sucediendo en el cargo a Giovanni Leal, quien fue destituido por inhabilidad. Su llegada resuena como una extensión de un legado cuestionado, lo que genera desconfianza en una región que exige renovación, no dinastías polí­ticas manchadas.

La decisión del Consejo de Estado confirmó lo que ya había dictado el Tribunal Administrativo de Santander: la credencial de Leal fue producto de una violación al artículo 33 de la Ley 617 de 2000, al incurrir en parentesco en segundo grado de consanguinidad con una funcionaria pública con injerencia administrativa en el departamento. Con esto, quedó al descubierto un nuevo capítulo de trampas políticas que ponen en evidencia la manera como algunos sectores buscan perpetuar el poder.

Sale el cuñado de un corrupto y entre el hijo de otro

Tras la pérdida de investidura de Giovanni Leal por nepotismo, la curul de la Alianza Verde en la Asamblea de Santander fue adjudicada a Darwin David Vargas Rincón, quien obtuvo 4.629 votos en las elecciones regionales. No obstante, su llegada está empañada por su vínculo familiar con el “Tocayo Vargas”, recientemente condenado por corrupción.

La designación de Vargas desató críticas inmediatas: sectores sociales advierten que el relevo no es un paso hacia la transparencia, sino un reemplazo disfrazado bajo la sombra de una familia política que ya fue sancionada por intimidación en la contratación pública. “Es como cambiar de rostro para esconder el mismo sistema”, denunció un líder comunitario.

Desde su entorno, Vargas aceptó la curul declarando que representará dignamente a la provincia de Vélez: “Asumo el reto porque allí no había una voz fuerte que los representara”. Pero esa declaración choca con el grito de desaprobación que ha generado su llegada: en un departamento harto de prácticas corruptas, el apellido Vargas trae etiquetas difíciles de olvidar.

La Alianza Verde, otrora símbolo de renovación, ve cómo su credibilidad se deteriora: perdió su elector emblemático, Leal, por inhabilidad, y ahora recibe a Vargas, un joven cuya legitimidad se pone en entredicho incluso antes de empezar a gobernar.