El ELN se toma Puerto Parra: una noche de terror en el corazón de Santander

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El ELN volvió a mostrar su fuerza en Puerto Parra. Disparos, miedo y una comunidad aterrorizada mientras el Estado llegaba tarde. Santander vuelve a vivir la sombra del conflicto armado.

El ELN se toma Puerto Parra: una noche de terror en el corazón de Santander
El silencio de Puerto Parra se rompió anoche con el estruendo de ráfagas de fusil y disparos al aire. Hombres armados, encapuchados y portando brazaletes del ELN, irrumpieron en el corregimiento de Las Montoyas, sembrando el miedo entre los habitantes que, desde sus casas, escuchaban los gritos y detonaciones que marcaron el regreso del terror al Magdalena Medio santandereano.

Eran pasadas las 10:30 de la noche del martes 14 de octubre cuando los primeros reportes llegaron a la línea de emergencia: “¡Hay hombres armados, están disparando, dicen que son del ELN!”. Las llamadas se multiplicaron, y en cuestión de minutos, la noticia corrió por todo Puerto Parra: el ELN estaba de vuelta.

Las versiones de los testigos coinciden en que al menos una decena de hombres armados llegó al caserío en motocicletas. Se movilizaban con tranquilidad, como si el lugar fuera suyo. Disparaban al aire, gritaban consignas y advertían que “el territorio tenía nuevo orden”. Familias enteras apagaron las luces, se escondieron bajo las camas y esperaron, entre rezos y sollozos, a que todo terminara.

El secretario del Interior de Santander, Óscar Eduardo Hernández Durán, confirmó la incursión y reconoció que se trató de un acto “intimidante y planificado” por parte de un grupo armado del Ejército de Liberación Nacional. “Se coordinó la reacción inmediata con la Quinta Brigada del Ejército y el Comando de Policía del Magdalena Medio”, declaró.

Sin embargo, las tropas solo llegaron cuatro horas después, cuando el miedo ya había hecho su trabajo. Entre las 10:30 p.m. y las 2:30 a.m., Puerto Parra vivió bajo el dominio del pánico. Los hombres armados se esfumaron antes de que llegaran los uniformados, dejando tras de sí el eco de los disparos y un mensaje claro: están presentes y no temen mostrarse.

El gobernador Juvenal Díaz Mateus condenó los hechos, pero también lanzó un dardo al Gobierno Nacional:

“Santander no será otra zona de guerra. Si el Estado no actúa con firmeza, los grupos armados volverán a controlar lo que tanto nos costó recuperar. No permitiremos que el Magdalena Medio caiga en las manos del ELN.”

Lo ocurrido en Puerto Parra no es un hecho aislado. En los últimos meses, banderas rojas y negras del ELN han aparecido en varias zonas rurales del departamento. Campesinos denuncian reuniones clandestinas, amenazas veladas y el resurgimiento de la extorsión en veredas cercanas a Cimitarra, Landázuri y Puerto Wilches.

Aunque las autoridades intentan transmitir calma, los habitantes de Puerto Parra sienten otra cosa: una mezcla de rabia, miedo y abandono. “Anoche fue como volver al pasado”, dijo una mujer desde su casa, con la voz quebrada. “Oí los tiros, los gritos, y pensé que iban a entrar a las casas. Esto ya lo vivimos una vez, y no queremos repetirlo.”

Santander está en alerta. El fantasma del conflicto vuelve a merodear por sus ríos y montañas, y Puerto Parra se convierte hoy en el símbolo del abandono y la fragilidad del Estado frente a los violentos que, bajo el discurso de la paz total, vuelven a sembrar terror impunemente.