El alcalde de Bucaramanga y su esposa usan a Heredero como ficha política y se burlan del arte con condecoraciones de utilería
Con Heredero como excusa, Jaime Andrés Beltrán y Paula Ramírez dejaron claro que en Bucaramanga el arte se usa como herramienta política y que la cultura ha sido reducida al escenario de un circo electoral sin vergüenza.

Lo que debía ser un homenaje sincero a la trayectoria de un artista santandereano terminó convertido en un show político de Jaime Andrés Beltrán y su esposa Paula Ramírez, quienes manipularon la figura de Heredero para ganar aplausos y votos, disfrazando de “condecoración ciudadana” lo que en realidad fue una puesta en escena oportunista.
En medio de la Feria Bonita 2025, el cantante carranguero Féizar Orjuela, conocido como Heredero, recibió la condecoración de Ciudadano Meritorio por parte de la Alcaldía de Bucaramanga. El evento, cargado de música y alegría popular, se transformó en un acto de propaganda política cuidadosamente montado por el alcalde Jaime Andrés Beltrán y la gestora social Paula Ramírez.
El decreto 0714 de 2025 sirvió de telón para que la administración municipal, en pleno escenario, se diera el lujo de posar como mecenas de la cultura, mientras en realidad instrumentalizaban a un artista para lavar su imagen y reforzar su narrativa de “ciudad bonita” ante miles de bumangueses. La entrega de una medalla dorada, una camiseta del Atlético Bucaramanga y discursos prefabricados sobre el orgullo local evidenciaron que el reconocimiento tenía menos de genuino y más de cálculo electoral.
La manipulación llegó al punto de usar la voz y la historia de Heredero como plataforma política, adjudicándose el mérito de una carrera artística que nada tiene que ver con la Alcaldía. Paula Ramírez, bajo el rol de gestora social, consolidó así su protagonismo en un escenario cultural que debió estar reservado al arte y no al marketing político.
El descaro fue más allá: antes del concierto, Beltrán y Orjuela se mostraron juntos en la vereda Los Santos, donde el alcalde entregó 780 millones de pesos en convenios solidarios. Una mezcla indecorosa entre música, recursos públicos y proselitismo que reduce la cultura a simple escenografía de campaña.
Mientras artistas locales sobreviven sin apoyo real, sin espacios dignos ni presupuesto suficiente, la administración montó un espectáculo donde la cultura fue usada como vitrina y los verdaderos problemas del sector quedaron invisibles. El acto no fue un homenaje a la carranga: fue un insulto a la comunidad artística de Bucaramanga.