Dos meses de encargo y ya se cree emperador: la sobreactuación de Javier Sarmiento en Bucaramanga

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Dos meses de encargo y ya actúa como si fuera elegido por aclamación. Javier Sarmiento olvida que su papel es administrar, no coronarse.

Dos meses de encargo y ya se cree emperador: la sobreactuación de Javier Sarmiento en Bucaramanga
Javier Sarmiento Olarte llegó al despacho de Bucaramanga con discurso de cruzada, como si el municipio estuviera frente a un nuevo mandato de cuatro años. Pero no: el suyo es un encargo transitorio de apenas dos meses, un breve intermedio hasta las elecciones atípicas del 14 de diciembre. Aun así, su tono al posesionarse pareció más el de un mandatario vitalicio que el de un administrador provisional.

Convocar consejos de seguridad, exigir coordinación metropolitana y hablar de “gobierno de puertas abiertas” suena bien —en el papel—, pero en la práctica resulta pretencioso para quien solo estará de paso. Bucaramanga no necesita improvisados redentores de temporada; necesita continuidad, eficacia y humildad. Su función no es refundar la ciudad, sino mantenerla estable mientras los ciudadanos deciden quién la gobernará de verdad.

El entusiasmo institucional con que Sarmiento se presentó, pidiendo planes conjuntos, estrategias integrales y presupuestos aprobados “con rapidez”, revela un exceso de protagonismo más que liderazgo real. Los bumangueses, cansados de discursos grandilocuentes, saben distinguir entre la gestión de fondo y el afán por dejar huella mediática.

Un alcalde encargado debe ser prudente, técnico y silencioso; no un aspirante a emperador. Bucaramanga no necesita más frases de ocasión ni fotos en los medios, sino respeto por el carácter temporal del encargo y por la voluntad popular que pronto se expresará en las urnas.