De Cartagena a Bucaramanga: los mismos simios motociclistas que convierten las calles en cementerios

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Y mientras tanto, los ciudadanos seguimos siendo rehenes de estos simios motociclistas, que convirtieron la noche en su zoológico motorizado.

De Cartagena a Bucaramanga: los mismos simios motociclistas que convierten las calles en cementerios
Lo ocurrido en Cartagena con el brutal choque de una Kawasaki Z800, que dejó dos muertos y un herido, no es una historia lejana para Bucaramanga. Acá, cada fin de semana, los simios motociclistas hacen de la autopista entre Bucaramanga, Floridablanca y Girón un circo de humo, velocidad y muerte.

Bucaramanga: piques en autopistas y barrios

En la “ciudad bonita”, la escena se repite:

  • Autopista Floridablanca–Piedecuesta: cada viernes y sábado por la noche, grupos de motociclistas bloquean carriles para correr, provocando accidentes y monumental trancón.
  • La Novena y la 27: vías convertidas en pista improvisada donde peatones y conductores terminan arriesgando la vida.
  • Barrios del norte: hasta en calles residenciales retumban los escapes modificados, con motos sin papeles y conductores sin casco, que desafían cualquier autoridad.

Vidas segadas en Santander

Al igual que en Cartagena, en Bucaramanga y su área metropolitana los titulares de tragedias por piques ilegales son constantes: jóvenes que mueren desangrados en la autopista, familias arrasadas por motociclistas fuera de control y heridos que colapsan los hospitales. Todo esto, mientras las autoridades repiten el mismo libreto de controles insuficientes y comparendos que no se cobran.

Una plaga nacional con epicentro en Bucaramanga

Lo que diferencia a Bucaramanga es la impunidad descarada: muchos de esos motociclistas ya tienen comparendos acumulados por millones y siguen campantes, corriendo como si nada. Los operativos duran una noche, pero la plaga regresa a la siguiente.

La conclusión es clara: si Cartagena llora por dos muertos en un pique, Bucaramanga agoniza cada fin de semana con el mismo guion macabro. Y mientras tanto, los ciudadanos seguimos siendo rehenes de estos simios motociclistas, que convirtieron la noche en su zoológico motorizado.