Crece el escándalo en Ocamonte: líderes y autoridades exigen respeto tras el comentario clasista del concejal Javier Ayala
En Ocamonte no hay ignorancia: hay dignidad, trabajo y memoria. La prepotencia del poder metropolitano no puede seguir pisoteando la voz de los pueblos. Si el concejal Javier Ayala aún cree en la representación democrática, está llamado a rectificar con humildad y respeto.

El escándalo desatado por las declaraciones del concejal de Bucaramanga, Javier Ayala, contra el municipio de Ocamonte no deja de escalar. Lo que comenzó como una expresión clasista durante un debate de control político, ha desatado una ola de indignación ciudadana, comunicados oficiales del Concejo y la Alcaldía de Ocamonte, y la respuesta enérgica de líderes regionales como Darío Chacón, quien exigió respeto y una disculpa pública inmediata.
El concejal Ayala, durante una sesión oficial del Concejo de Bucaramanga, insinuó que los habitantes de Ocamonte no tienen la capacidad técnica para ejercer veeduría ciudadana sobre obras públicas. Sus palabras, captadas en video y ampliamente difundidas, fueron interpretadas como un acto de desprecio hacia las comunidades rurales, reforzando una visión centralista y arrogante desde el poder metropolitano.
Comunicado oficial de Ocamonte
Tanto el Concejo Municipal de Ocamonte como la Alcaldía Municipal, en cabeza del alcalde Sergio Andrés Chacón Reyes, emitieron comunicados oficiales rechazando el tono del concejal bumangués y exigiendo respeto por la población y las instituciones del municipio.
“Consideramos inaceptables las manifestaciones que buscan deslegitimar la labor de esta corporación y menoscabar la imagen de los ocamontanos”, expresó el Concejo.
El alcalde Chacón Reyes, por su parte, fue enfático:
“Rechazamos con vehemencia cualquier tipo de mensaje o comentario discriminatorio y más aún viniendo de un servidor público. Hacemos un llamado a la unidad y al respeto de las instituciones como base fundamental del ejercicio de la función pública.”
Darío Chacón: voz firme del sur de Santander
El líder regional Darío Chacón, ampliamente respetado por su trabajo en defensa del campesinado, fue directo:

“Estamos hablando de una actitud sin grandeza, que se cree superior a los pueblos vecinos, que posee área metropolitana, y entonces los demás son poca cosa. Eso quedó claro ayer en el debate de control político.”
Y agregó con firmeza:
“Exijo respeto para los concejales de Ocamonte, a quienes hizo ver como ignorantes. Ocamonte es un pueblo trabajador. Lo invito a conocerlo, y sobre todo a ofrecer disculpas públicas.”
En su mensaje, también recordó que:
“Ocamonte, es un pueblo panelero, cafetero, ganadero, y mucho más. Si no lo conoce, por lo menos tenga la decencia de pedir disculpas. No sea arrogante, prepotente.”
Una reacción que trasciende el municipio
Lo ocurrido con el concejal Javier Ayala no es un simple exabrupto verbal ni un malentendido anecdótico. Es la expresión clara de una estructura de pensamiento profundamente arraigada en ciertos sectores del poder metropolitano, donde se sigue viendo a los pueblos rurales como menores, ignorantes o subordinados a las ciudades principales.
El comentario de Ayala revela un problema más grave: la desconexión entre el discurso político y la realidad territorial. Mientras Bucaramanga enfrenta crisis de seguridad, corrupción y desconfianza ciudadana, algunos de sus concejales se permiten desestimar la voz de los municipios vecinos que sí ejercen control social y defienden lo público con convicción.
Pero esta vez, el desprecio encontró una respuesta organizada y legítima. Ocamonte no se quedó callado. La reacción de su comunidad, sus líderes y sus instituciones es una señal de madurez democrática regional. Ya no se acepta que desde la capital se señale, se minimice o se burle del campo.
Este episodio también deja una enseñanza para los liderazgos tradicionales: la arrogancia es políticamente costosa en tiempos de ciudadanía crítica. El respeto, la escucha y la humildad no son gestos de cortesía: son condiciones mínimas para ejercer el poder público.
Ocamonte no exige privilegios. Exige lo justo: ser tratado con la dignidad que merece cualquier pueblo que trabaja, participa y no se deja pisotear.