“Carretera de los muertos”: más de 700 vidas perdidas, un siglo de abandono y una promesa que el Estado nunca cumplió
La vía Curos–Málaga es más que una carretera: es un cementerio al aire libre, una herida de 124 kilómetros que conecta a 120.000 personas con la muerte, la pobreza y el olvido. Ni las órdenes judiciales ni los disc
Entre abismos, derrumbes y negligencia oficial, la vía que une a García Rovira con Bucaramanga acumula más de 700 muertos, miles de accidentes y un retraso histórico que ni las órdenes judiciales han logrado resolver.
La carretera Curos–Málaga, una de las más peligrosas y olvidadas de Colombia, no solo es un corredor vial: es una herida abierta en el corazón de Santander. Por ella transitan vidas, alimentos y sueños… pero también desgracias, ataúdes y promesas incumplidas.
Su historia se remonta a 1923, cuando a punta de pica y pala, campesinos y obreros abrieron camino entre montañas agrestes. Setenta años después, en 1993, llegó por fin el primer tramo pavimentado. Desde entonces, la modernidad avanza a paso de tortuga mientras la muerte corre a toda velocidad.
Un corredor vital condenado al abandono
Hoy, la vía es el sustento de cerca de 120.000 habitantes de 12 municipios de la provincia de García Rovira. De aquí salen 50.000 litros de leche diarios, 400 reses semanales, toneladas de cebolla, frutas y verduras con destino a Bucaramanga y otras regiones. Pero lo que debería ser un eje de desarrollo es, en realidad, una ruta de obstáculos, huecos y tragedias.
“En invierno esto se vuelve un infierno. Derrumbes, huecos, cierres que nos obligan a dormir entre los carros. Y nadie responde”, lamenta Edgar Mora Espinel, transportador de leche.
Cayetano Bohórquez, veedor ciudadano, resume la frustración de décadas: “Aquí hay productos para alimentar a medio país, pero nos tratan como si no existiéramos. Un viaje de tres horas se convierte en seis, y la carretera se cae a pedazos”.
Donde la naturaleza y la negligencia se encuentran
Los 124 kilómetros que separan Curos de Málaga atraviesan un terreno que no da tregua: fallas geológicas, sectores rocosos inestables, abismos mortales y, cuando llueve, avalanchas que arrasan la calzada.
En el sector de El Canelo y el PR 111, las lluvias se llevaron la vía, obligando a instalar puentes militares provisionales. En Pangote, la falla geológica es tan grande que ni las obras de mitigación han servido.
“Esto es una trocha disfrazada de carretera nacional”, se queja William Albarracín, conductor de Cotrans, mientras esquiva un derrumbe reciente.

La cuenta macabra: más de 700 muertos
La Asamblea de Santander reveló que hasta 2021 la vía había cobrado la vida de al menos 700 personas, entre accidentes y obreros que murieron en su construcción. La cifra, para 2025, sigue en aumento.
El secretario de Movilidad de Málaga, Néstor Suárez, recuerda con dolor uno de los casos más trágicos:
“Era 2008, yo dirigía una emisora local y cubrí un accidente de un bus entre Capitanejo y Bucaramanga. Vi a las familias llorando sobre los cuerpos… no pude seguir transmitiendo. Tuve que pasarle el micrófono a un compañero. Fue dolor, impotencia y rabia. Todo por una vía que no está hecha para la vida”.
Historias de resistencia y supervivencia
Rodolfo Villamizar, campesino de Pozo Bravo, levantó hace 20 años una pequeña cafetería para atender a los viajeros. “Cuando la vía se cierra, pasamos de atender cien personas al día a cero. Sobrevivimos con lo que sembramos, porque aquí nadie nos ayuda”, relata mientras sirve café a un grupo de conductores varados.
La vida sobre la Curos–Málaga es una rutina de supervivencia. Quien la recorre sabe que no es un viaje cualquiera: es una lotería en la que el premio mayor es llegar vivo.
El hombre que llevó la pelea a los tribunales
En medio del abandono, un nombre se volvió símbolo de lucha: Danil Román Velandia, abogado que en 2015 interpuso una acción popular para exigir la pavimentación total de la vía.
Ganó en el Tribunal Administrativo de Santander en 2017 y en el Consejo de Estado en 2019. La orden era clara: Invías debía invertir y presentar un cronograma.

Ocho años después, las obras avanzan a cuentagotas. Hoy hay $340.644 millones comprometidos hasta 2029, pero no alcanzan para terminar. Faltan más de 50 kilómetros sin asfaltar y siete puntos críticos por atender.
“Ganar en los estrados no sirve si el Estado no cumple. Aquí hay fallos, pero no hay voluntad política”, dice Velandia, con el cansancio de quien lleva una década peleando contra la inercia estatal.

¿Una esperanza o una nueva promesa?
En 2025, el Invías propuso incluir la vía en un documento Conpes para asegurar $875.000 millones y dejarla totalmente pavimentada. El gobernador Juvenal Díaz pidió que la UNGRD asuma la atención de emergencias para liberar recursos a la obra principal.
“Estamos gestionando, pero sin compromiso del Gobierno Nacional no habrá solución definitiva”, admite el propio Díaz.
Mientras tanto, los habitantes de García Rovira seguirán viendo pasar presidentes, ministros y contratistas… y esperando que la carretera de los muertos deje de serlo.