Bucaramanga busca oxígeno en Medellín: pacto por la movilidad metropolitana en medio de una crisis estructural
El Área Metropolitana de Bucaramanga y el Metro de Medellín firmarán una Carta de Intención para reactivar el transporte público.

En medio del colapso de Metrolínea, Bucaramanga firmará un pacto con el Metro de Medellín para recibir asistencia técnica. La alianza busca salvar un sistema que lleva años al borde del fracaso, con estaciones deterioradas, rutas desordenadas y una ciudadanía cansada de promesas incumplidas.
En un intento por sacar del colapso a su Sistema Integrado de Transporte Masivo (SITM), Bucaramanga sellará una alianza estratégica con el Metro de Medellín. Lo que se presenta como un pacto técnico e interinstitucional, también refleja una verdad incómoda: la movilidad metropolitana en el área de Bucaramanga está al borde del colapso operativo, financiero y ciudadano.
La firma de la Carta de Intención entre el Área Metropolitana de Bucaramanga (AMB) y la Empresa de Transporte Masivo del Valle de Aburrá – Metro de Medellín – se realizará este 31 de julio, en el marco del Primer Encuentro de Líderes Regionales que se celebra en Neomundo.
El pacto busca una colaboración técnica para diseñar un plan de salvamento y modernización del sistema, tras la salida de los antiguos operadores Movilizamos S.A. y Metrocinco Plus, que dejaron a Metrolínea a la deriva.
Medellín extiende la mano, pero la deuda sigue
La ayuda de Medellín incluirá asistencia en planificación, operación, mantenimiento de flota y fortalecimiento institucional. Sin embargo, aunque el gesto técnico es importante, no reemplaza la necesidad urgente de liderazgo político y compromiso presupuestal de las autoridades locales.
“El pacto incluye la llegada de una nueva flota para reactivar lo más pronto posible el Sistema de Transporte Masivo”, explicó John Manuel Delgado Nivia, director del AMB. También se reiteró la necesidad de proteger los carriles exclusivos de Metrolínea, que hoy son ocupados impunemente por vehículos particulares y motociclistas, agravando la ineficiencia del servicio.
¿Un Plan B o un parche más?
Con una inversión ya protocolizada por $8.331 millones, las autoridades locales pretenden implementar un plan de transición para la estabilización del sistema. Pero las cifras son apenas una curita para una herida más profunda: la desconfianza ciudadana, la fragmentación institucional y la falta de sostenibilidad financiera.
El modelo de Medellín, alabado por su “Cultura Metro”, no puede ser simplemente importado sin una transformación estructural en Bucaramanga. Sin voluntad política real, control social y un rediseño integral de rutas, tarifas y gobernanza, el acuerdo podría terminar en otro documento sin resultados concretos.
¿Y los usuarios?
La pregunta central sigue sin respuesta: ¿cuándo comenzarán a ver los usuarios un cambio real? ¿Cómo se garantizará que las estaciones, rutas y buses realmente mejoren la experiencia de quienes dependen a diario del transporte público?
El reto no es solo técnico, es de confianza ciudadana y gobernanza pública. Bucaramanga no necesita solo buses; necesita un sistema que funcione, se respete y se sostenga a largo plazo.