¡Adiós, vuelo fantasma! Satena tira la toalla con la ruta San Gil–Bucaramanga

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Cinco meses duró el vuelo San Gil–Bucaramanga: Satena lo canceló por falta de pasajeros. La ruta nunca despegó —literalmente— y el aeropuerto Los Pozos vuelve a quedar vacío, esperando a que alguien, algún día, sí quiera volar.

¡Adiós, vuelo fantasma! Satena tira la toalla con la ruta San Gil–Bucaramanga
Duraron más inaugurandolo que volando.
San Gil vuelve a quedarse sin alas. La aerolínea estatal Satena, que con bombos y platillos inauguró hace apenas cinco meses el vuelo San Gil–Bucaramanga, decidió cerrar la operación el 31 de octubre. ¿El motivo? Nadie se subía al avión.

La ocupación promedio de los vuelos apenas alcanzó el 35 %, cuando lo mínimo para que saliera rentable era del 80 %. En otras palabras, las avionetas volaban con más sillas vacías que un mitin político después de la hora del almuerzo.

El vuelo, que se hacía solo lunes y viernes, costaba unos $100.000 por trayecto. Aun así, ni los funcionarios, ni los empresarios, ni los turistas, ni siquiera los curiosos, se animaron a despegar desde el aeródromo Los Pozos. La ruta fue tan solitaria que, según testigos, el piloto a veces saludaba por nombre a los pasajeros —porque eran siempre los mismos tres.

El cierre deja en ridículo los discursos sobre “integración regional” y “turismo competitivo”. El asesor de Competitividad, Santiago Salazar, trató de ponerle buena cara al desastre asegurando que “la conectividad genera oportunidades” y que ahora el reto será abrir vuelos con el Caribe. Lo que no explicó fue cómo, si no llenan ni una avioneta para Bucaramanga, van a lograr uno para Cartagena.

Y mientras Satena empaca maletas, el aeródromo Los Pozos vuelve a su triste rutina: pista vacía, viento cruzado y algún gallinazo curioseando sobre la torre de control. El vuelo a Medellín seguirá operando, al menos hasta que también se canse de esperar pasajeros.

La culpa, como siempre, se reparte. Que si los horarios eran malos, que si la Alcaldía no apoyó, que si las entidades públicas nunca usaron los vuelos. Lo cierto es que, entre excusa y excusa, San Gil perdió otra oportunidad de subirse al desarrollo, y volvió a donde ha estado siempre: aterrizado en la nada.

Eso sí, ya suena la próxima promesa: abrir una ruta San Gil–Bogotá. Ojalá esta vez consigan pasajeros, porque con la de Bucaramanga no despegaron ni con milagro.